La poesía de Ahmad Yamani se diría semilla glandular, flor sin fronteras de todos los exilios hermanados, hija privilegiada de un rico mestizaje cultural y existencial entre Oriente Medio y Europa.
Expresionistamente torturados, mas sin embargo entrañables, estos poemas nacen de las vísceras de la memoria, de esa nervadura electrizada de la imaginación, de la explosión de un talento verbal hecho tuétano de conocimiento.
Manifestación del prodigio desde la realidad inatrapable al misterio que se insinúa con estrépito.
Ángel Guinda